domingo, 29 de enero de 2017

Dos hermanos y un largo viaje. José y Atilio Vesprini trabajaron juntos por el florecimiento de la colonia Villa Regina.

José y Atilio Vesprini nacieron en 1902 y 1912 en un pueblito italiano llamado Ponzano di Fermo, ubicado en la provincia de Ascoli Piceno, en la región de Le Marche. Estos hermanos eran hijos de David Vesprini y de Serafina Mandolesi, dos agricultores analfabetos que se esforzaron para que sus hijos concurrieran a la escuela hasta el quinto grado, el último que se dictaba en el pueblo.
José, el mayor de los hermanos, fue quien tomó la iniciativa de emigrar a los 18 años. Su hijo Italo explica los principales motivos de su decisión: “La pasaban muy mal en Italia. No tenían qué comer. Entonces, para salir de eso, papá se había inscripto en el ejército y a la vez había empezado los trámites para emigrar a Argentina. Lo primero que salió fue el viaje”.
Junto con un amigo de la infancia, David Damen, tomó el barco Tomaso di Savaia y llegó al puerto de Buenos Aires en diciembre de 1920. “Papá y David se conocían desde chicos -cuenta Italo. Como David no podía ir a la escuela, todas las tardes iba a la casa de papá para que él le enseñara lo que había aprendido”.
Los dos amigos trabajaron para sobrevivir, primero en Buenos Aires y luego en Santa Fe. Fue allí donde José se enteró de que en Río Negro tenía unos parientes. La decisión fue rápida; sin perder tiempo tomó el tren hasta la estación de Ingeniero Huergo.
Luego de trabajar durante varios años con sus familiares conoció a Luisa Rosetani y se casó con ella el 30 de agosto de 1925. Un año después, la pareja consiguió una parcela de tierra en Colonia Regina, donde ya estaba construida una pequeña casa entregada por la Compañía Italo Argentina de Colonización (CIAC).
En esa chacra, la 107 del lote 5, José y Luisa tuvieron ocho hijos: Aurelia Regina, Dante Daniel, Rómula Luisa, Delia Josefina, Italo Constantino, Olga Juana, Armando Rodolfo y José María.
“Mi padre fue uno de los primeros pobladores de Regina que se dedicaron a la agricultura -cuenta Italo. Junto a otros inmigrantes comenzaron con el desmonte y el emparejamiento del suelo con rastrones de madera tirados a caballo y algunas herramientas como azadas, palas y arados”.
Mientras José se instalaba en su nueva chacra de Regina, Atilio, que sólo tenía 15 años, pensaba en unirse a su hermano en la Argentina. En una pequeña biografía que escribió y editó para sus hijos y sobrinos en 1986, Atilio explicaba: “El motivo que me impulsaba era la propaganda que se hacía sobre la rapidez con que se hacía fortuna en América. En Italia la miseria habitaba todos los hogares, especialmente de los agricultores medieros, ya que los propietarios de las tierras lo pasaban mucho mejor”. “Al principio papá estaba muy emocionado con la idea del viaje -recuerda la hija de Atilio, Ana María-, pero a medida que se acercaba la fecha se iba poniendo triste. Siempre se acordaba de que cuando salió de la casa su hermano Mario lo llamó desde una de las ventanas y le entregó el pan que tenía para llevar a la escuela diciéndole ‘Tomá, vos lo vas a necesitar más’ ”.
Así comenzó el viaje, primero en un camión hasta Puerto San Giorgio y luego en tren hasta Génova, donde tomaría el barco hacia la Argentina. Durante toda la primera etapa del viaje, el joven Atilio fue acompañado por un amigo de su padre, de apellido Mazzoni, y sus dos hijos de 16 y 10 años. Pero una revisación médica impidió el viaje del señor Mazzoni, que se quedó en Italia con su hijo menor. Atilio tuvo que embarcar junto con su amigo de sólo 16 años.
“Papá le había mandado una carta al tío José para que lo esperara en la estación -asegura Ana María-, pero la carta viajó en el mismo barco que él, así que cuando llegó a Ingeniero Huergo, el 7 de octubre de 1927, no había nadie esperándolo. Para colmo, en Italia le decían que en esa zona de la Argentina había indios que se comían a los blancos, así que el temor era mayor. Por suerte el empleado de la estación hablaba en italiano y les dejó pasar la noche en la sala de espera”. Al día siguiente, luego de caminar siete kilómetros, Atilio se encontró con su hermano y se sintió a salvo.
Atilio se mudó con él y ambos trabajaron a la par sembrando alfalfa, viñas y frutales, que eran exigidos por la CIAC.
El trabajo de José rápidamente excedió las tareas del campo y lo incluyó en muchas de las iniciativas que se gestaban en la creciente colonia. “Papá quería que nosotros estudiáramos -afirma Italo-, pero la chacra quedaba muy lejos de la escuela. Por eso fue propulsor de la creación de la primera escuela rural de Regina”.
José también formó parte de la comisión pro-construcción del hospital rural, y fue uno de los fundadores del Círculo Italiano y de la cooperativa “La Reginense”, donde ocupó el cargo de director del consejo de administración.
“Papá fue un ardiente defensor del cooperativismo -asegura Italo. Fue uno de los fundadores y presidente de la Federación de Cooperativas en el Alto Valle de Río Negro, presidió el primer Congreso de Cooperativas de la provincia y fue el director del consejo de administración de la Federación Argentina de Cooperativas Agrarias”.
Mientras, en 1937 Atilio se casó con Carolina Luisa Broda, que provenía del mismo pueblo italiano que él, y dejó la casa de su hermano para trabajar en una chacra de Ingeniero Huergo en sociedad con el joven Mazzoni, con quien había llegado a la zona.
Al año siguiente un colono de Villa Regina abandonó su chacra y el terreno fue cedido a Atilio. En esa chacra nació el primer hijo de la pareja, al que llamaron Alberto David y al que luego le siguieron Ana María y Rodolfo Luis.
Sin embargo, la tenencia de esa chacra duró sólo un año, ya que los anteriores habitantes regresaron de Italia y reclamaron su tierra. Así fue como a Atilio le entregaron otra propiedad, ubicada a pocos metros de la de su hermano José.
“En esa época me hago socio de La Reginense -relataba en su biografía Atilio-, una cooperativa netamente vitivinícola donde entregaba la producción de la chacra que trabajaba”.
Atilio se convirtió en el presidente de la cooperativa y ocupó ese cargo por 27 años. Día a día los hermanos viajaban juntos hasta la empresa para realizar su trabajo. “Recuerdo -dice Ana María- que cuando volvían de La Reginense, después de haber estado todo el día juntos trabajando ahí, se pasaban dos horas sentados en el auto estacionado en la entrada de la chacra arreglando el mundo”.
En 1949, luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, los hermanos Vesprini comenzaron los trámites para traer a su padre a la Argentina. Nunca volvieron a ver a su madre, que falleció antes de esa guerra. A partir de ese momento, los hermanos trajeron, además de a su padre que ya tenía 75 años, a sus tres hermanos con sus familias, y los ayudaron a afincarse en Villa Regina.
“La familia era muy importante para ellos -explica Ana María. Todos los años, en diciembre, nos reuníamos para conocer a los nuevos integrantes de la familia, ya que algunos hermanos de papá se instalaron en otras ciudades. Esas reuniones habían sido idea de papá y del tío José y se hicieron por más de 25 años. Eran hermosas, yo tenía diez tíos de más de 80 años”.
Sólo una vez, en 1961, José y Atilio regresaron a Italia acompañados por sus esposas y un grupo de amigos también inmigrantes. “La emoción que sentí -explicaba Atilio en 1986- al ver el pueblo con su vieja iglesia, la escuela, los caminos que había transitado, los amigos que aún vivían después de 35 años de ausencia es algo imposible de describir, jamás lo olvidaré”.

Publicado en Suplemento "Rural" del Diario "Río Negro", sábado 17 de Julio de 2004.

viernes, 13 de enero de 2017

COSAS DE BLANCOS DE HORACIO GUARANY Y UN TEMA DEDICADO A DOMINGO SANTINI Y QUE MENCIONA A VILLA REGINA.

COSAS DE BLANCOS -MILONGA- MÚSICA Y LETRA: HORACIO GUARANY.

Con el blanco de Village
yo le corría a cualquiera
era un vino de primera,
nadie lo pudo igualar.

Era suave, señorial,
hijo de cepas maduras, 
que presencia, que ternura,
hecho con uvas del cielo,
todavía me desvelo
pensando en tanta hermosura.

Village era de Mendoza
todavía vive allí,
cuando yo lo conocí,
su viña aún era moza.

Pero mire usted que cosa,
su vino era como añejo,
de color firme, parejo,
de aroma y sabor profundo
y yo me olvidé del mundo
cuando le dí el primer beso.

Pero hoy me encuentro tan lejos,
ando por la Patagonia,
le digo sin parsimonia,
no olvido al Village, canejo.

Mientras mi mente despejo
recorrienndo mi Argentina,
hoy llegué a Villa Regina,
y mire lo que le cuento,
parecen cosas del viento,
justito al doblar la esquina.

Con Santini me encontré,
admirador de mi canto,
y me ha ponderado tanto,
que en su casa me quedé.

No sabe lo que allí hallé
en grande y hermosa tina,
en esta Villa Regina,
mientras andaba en camino.
Un blanco y redondo vino,
como huevo de gallina.

Ahí nomás le cerré el lazo
y  Santini me miraba,
me vio que yo lagrimeaba,
haciendo temblar el vaso.

Hermano, deme un abrazo,
porque este vino es la espina
que hace llorar mi retina
del place que mi alma goza.
Le digo a usted que Mendoza
se vino a Villa Regina.


Corría el año 1988 u 1989 que Horacio Guarany da un recital a beneficio del Hospital de Villa Regina en el Cine Teatro del Círculo Italiano y comenta que estuvo tomando unos vinos del amigo Domingo Santini y ese vino que "era un poema" le sirvió para la creación de un tema "Cosas de Blancos".
Letra suministrada por SADAIC.
Horacio Guarany y Domingo Santini.
Foto Gentileza: FAMILIA SANTINI.



martes, 10 de enero de 2017

ERNESTO FLORES DONCEL.

ERNESTO FLORES DONCEL nació en San Juan el 28 de noviembre de 1.925. Vino a Villa Regina en 1.944. Fue uno de los fundadores del Rotary Club de Villa Regina siendo Presidente del mismo en los años 1.967-1.968.
En el año 1962 Ernesto Flores Doncel integra la Comisión Provisoria de la Cámara de Comercio, Industria y Producción de Villa Regina que integraron Fernando Orazi, Néstor Julio Marcos, Juan José López, Mario Martini, Miguel Angel González, Heraldo Riccono, Osvaldo Walter Elia, Mario J. Slaen, Miguel Grecco, Alfredo Antonini, Rodolfo F. Lattanzio, Juan Afione, Alejandro Laquintana que daría, el puntapié inicial de la primera Comisión de la Cámara de Comercio, Industria y Producción de Villa Regina cuyo primer Presidente fue Fernando Orazi. La Camara de Comercio, Industria y Producción de Villa Regina se inicia con 143 socios.
Fue Vicepresidente del Club Social Colonia de Villa Regina y Vicepresidente del Club Atlético Regina en el año 1.971 que presidiera Ovidio Piermarini.
Esa comisión del C.A.R. estuvo conformada por Ovidio Piermarini como Presidente; Vicepresidente: Ernesto Flores Doncel; Secretario: Alfonso J. Hernández: Pro Secretario: José Víctor Agreste; Tesorero: Francisco Harina; Pro Tesorero: Enrique Vázquez; Vocales titulares: Pedro Vitulich, Carlos Rivero, Anatole Massaccesi, Enzo Fagotti y Juan Zovich. Vocales suplentes: Franco González, José Alberto Sastre, Ovidio Piermarini (h), Enrique Jullig, Enrique Bruno Fenizi. Revisores de cuentas: Darío J. Massaccesi y Ángel Sardi. Suplente: Isaac Cabello (según datos publicados en el libro “Hechos y realidades reginenses” de Franco González).
Donó tres terrenos (lotes) para la construcción de una Iglesia.
Recordaba el Padre César Rondini:
“ La prioridad era conseguir el terreno. Dios nos ayudó, había un terreno, eran tres lotes, su propietario era Flores Doncel… La Organización acabó comprando los terrenos que nunca se pagaron, uno porque no teníamos plata y otro porque el vendedor nunca reclamó y de esto estamos agradecidos” (de lo publicado en el libro: “Mirando al futuro. Historia de la acción evangelizadora, educativa y social de los Salesianos en Villa Regina” de Silvia Zanini, página 84) y agrega la historiadora reginense Zanini: “En realidad el lote pertenecía a la Sra. María Ciccioli de Suárez, suegra del Sr. Flores Doncel, a quien el Padre Rondini asistió en los últimos días de su vida y que en agradecimiento donó el terreno”.
ERNESTO FLORES DONCEL se dedicó al comercio, fue chacarero. Su negocio era la librería Sarmiento en Reconquista 81 y distribuidor de la Lotería de San Juan.
Fallece el 28 de Junio de 2.008.

Agregado informativo
ERNESTO FLORES DONCEL se casó con Nelida Elsa Suárez, más conocida como "Chola", de esa unión matrimonial nacieron sus hijos: Ernesto, María Alejandra "Coca", Gustavo y Gilberto.

viernes, 6 de enero de 2017

EL KIOSCO DE LAS 5 ESQUINAS DE VILLA REGINA.

CINCO ESQUINAS DE CARLOS BASABE.

CINCO ESQUINAS
de Carlos Basabe.


EL TRAZO CALLEJERO DE MI PUEBLO BARDEÑO
ES CAPRICHOSO Y LLENO DE ARTERIAS DIAGONALES
CONVERGIENDO EN LA PLAZA, LA DE LOS JUBILADOS
O EL SITIO “CINCO ESQUINAS”, DONDE, ORIENTAN SUS BASES

UN GESTO CAPRICHOSO PARA LOS FORASTEROS
ES REGRESAR PUNTUALES AL LUGAR DE PARTIDA
ALLI A LAS CINCO ESQUINAS DESDE DONDE PARTIERON
RETORNANDO PERDIDOS AL LUGAR DE SALIDA

EL TRAZO CAPRICHOSO TAMBIEN ES EXPLICABLE,
VA SIGUIENDO LA ONDEADA CARRETERA ASFALTADA
Y SESGANDO LAS RECTAS DE CIUDADES USUALES
MODIFICANDO MAPAS DE UNA SOLA PASADA

FUE EL PUNTO DE PARTIDA, DONDE VIEJOS COMERCIOS
ESCRIBIERON LA HISTORIA SOBRE AQUELLA PARCELA
Y ADEMÁS SOBRE TODO LO QUE PUEDA CONTARLES
ESTABA MAJESTUOSA LO QUE HA SIDO MI ESCUELA

TAMBIEN FUE EL ATRACTIVO DE POLICIAS DE TRANSITO
QUE DIRIGIAN EL ORDEN PARA QUE LOS RODADOS
ANTE TANTAS BOCANAS NO SE SITIERAN SOLOS
Y SIGUERAN LA MARCHA SIEMPRE BIEN ORDENADOS

HOY TIENE SEÑALEROS, ELEGANTES SEMÁFOROS
DEJÓ PASO AL PROGRESO EL KIOSCO DE MADERA
DONDE UN RENGO IMPEDIDO, VENDÍA GOLOSINAS
Y RECALABA A HORARIO “EL FLACO” Y SUS HELADOS

RESTAURANTE “EL MOSQUITO” DE EMILIANO GARCIA
MARCÓ PROFUNDAMENTE LA HISTORIA DE MI PUEBLO
TAMBIEN “CIUDAD DE ROMA” DEL LOCO PALANGANA
SE FUERON APAGANDO CON LA LUZ DEL PROGRESO

“Las cinco esquinas” fue durante muchos años el centro neurálgico de Villa Regina,
allí jubilados, vendedores ambulantes, y comercios como el “Bar San Martín”
la librería de “Castro”, “El viejo Pio”,  la fonda “El claro de Luna”, la sastrería
“Malintoppi”,  la bicicletería de los hermanos Diletti, la panadería del ruso
“Rinland” y otros negocios que más adelante se fueron montando, formaban
parte del circo pueblerino. La propaladora “Publicidad Estrella” tenía un
tendido de cables conductores que remataban dando vida a las bocinas instaladas
en ese punto y donde los escuchantes oían informativos, música y publicidad.
En un tiempo, la policía montó una garita en el medio de aquellas cinco esquinas
para que un operario dirigiera el tránsito El alumbrado era con una sola bombilla
y la pantalla protectora que pendía de unos cables cruzados igual que todas las
demás esquinas. Sobre la esquina que hoy ocupa la escuela de monjas, había
instalado un pequeño kiosco de madera pintado de verde. En el frente un cartel
de publicidad ofrecía “Cigarrillos 43 negros” y su propietario era un rengo que
luego se trasladó a la Plaza San Martín, ocupando otro kiosco que construyó
la Municipalidad especialmente para trasladar a este señor."