lunes, 29 de mayo de 2017

"LLEGAMOS A LA COLONIA REGINA EN 1925”. Lo cuentan las hermanas Antonia y María Marco, quienes vieron nacer Villa Regina. Ellas son 2 de los 7 hijos que tuvieron los inmigrantes vascos Benito y Claudia Marco. Sus padres, sus maridos Juan y Benjamín Liberati y sus hijos fueron y son chacareros. María y Antonia Marco llegaron a Villa Regina en 1925, cuando este sitio era una colonia dibujada en un mapa e insinuada en el suelo.


"LLEGAMOS A LA COLONIA REGINA EN 1925”. 
Lo cuentan las hermanas Antonia y María Marco, quienes vieron nacer Villa Regina. Ellas son 2 de los 7 hijos que tuvieron los inmigrantes vascos Benito y Claudia Marco. Sus padres, sus maridos Juan y Benjamín Liberati y sus hijos fueron y son chacareros.
María y Antonia Marco llegaron a Villa Regina en 1925, cuando este sitio era una colonia dibujada en un mapa e insinuada en el suelo.

Llegaron con sus padres, españoles ambos, y con tres hermanos nacidos en este país. Venían de Choele Choel. Cuando arribaron al Valle, María tenía 4 años y Antonia 6; aun así recuerdan perfectamente la tierra que empezaron a sembrar, el paisaje desolado de este pueblo que nacía.

El padre de ambas, Benito Marco, había conocido a su mujer en su pueblo, Garde, situado en Pamplona (Navarra), al pie de los Pirineos. Pero fue aquí en Argentina que los Marco iniciaron una relación.

Claudia Marco tenía el mismo apellido que su esposo, pero no eran parientes. Claudia llegó a la Argentina con su tía Juana, quizá siguiendo los pasos de Benito.

Esta tía, casada pero sin hijos, tenía campos en la provincia de Buenos Aires. Ella y su marido eran estancieros que pasaban nuestros veranos en Argentina y los inviernos en España. Así vivieron durante décadas y, cada regreso a la Argentina, Juana traía un sobrino o sobrina que empezaban a hacer sus primeros pesos trabajando con ella en un almacén de ramos generales que había abierto cerca del campo.

Así llegó la madre de las hermanas Marco a este país. Tenía 19 años. Dejó en España a sus padres y seis hermanas. "La única mujer que vino a la Argentina fue ella y pasó 50 años sin ver a su familia. Cuando regresó a España, todas sus hermanas estaban muy cambiadas, eran ancianas", recuerda María.

Benito Marco había llegado al Territorio de Río Negro con un primo, con quien se estableció en Valcheta para cuidar hacienda. "Allí, en Valcheta, mi madre tenía un hermano casado que había llegado, junto a otro hermano, a este país antes que ella relata María , y allí empezó la relación con mi padre. Se casaron en 1913, en Choele Choel, pero siguieron viviendo un tiempo en Valcheta, en la casa del hermano de mi madre".

"Eran vascos, pero dejaron de hablar su idioma. La juventud no quiso hablar el vasco; se quedaron con el castilla, como le decían... Bueno, en realidad, no se los enseñaron, porque cuando ellos eran chicos en la escuela hablaban el nacional, que era el castellano...".

El matrimonio Marco se mudó a Choele Choel, donde se afincaron en una tierra fiscal, en la chacra 91 en la Isla Chica. "Estuvieron allí 12 años. Tenían animales, pasto, plantaban frutales y verduras, hasta que un día los desalojaron. La idea era hacer mejoras y pedir el título de propiedad, pero los desalojaron. Mi mamá estaba entonces embarazada de su quinto hijo, pero no les importó... A los pocos días de salir de Choele nació mi hermano Tito, en una casa que nos habían prestado. Y poco después vinimos a la Colonia Regina. Mi papá sabía que acá estaban loteando y pidió una tierra. Se la otorgaron. Cuando vinimos no estaba ni la estación de tren acá. Bajamos en Huergo, creo".
  

NUEVA TIERRA, NUEVA VIDA.

"Cuando llegamos, no pudimos quedarnos a vivir en la casa de la chacra porque no la habían terminado. Entonces entregaban la tierra con una casita ya hecha y los canales trazados. Fuimos, transitoriamente, a una casa prestada en otra chacra. Mi papá inmediatamente empezó a trabajar la tierra que le habían otorgado; pagó la diferencia y pidió una casa más grande. Eramos 8 de familia y aquí nació el último hijo. La familia quedó conformada por José Vicente, Francisco Julio, Benito Carmelo, Oscar, Rebeca, María y Antonia. Vinimos con los animales que teníamos en Choele, especialmente vacas y caballos...".

Benito Marco era agricultor, tenía hacienda y, como casi todo vasco, sus vacas lecheras. Sus hijas se encargaban de ordeñarlas y de repartir la leche. "Durante 25 años ordeñamos relata Antonia . Vendíamos por Regina y por Villa Alberdi (situada a 10 km de Regina y a 4 de la aduana), donde también le ordeñaban a otra gente... ¡Có

mo se trabajaba antes!... Mi mamá hasta hilaba la lana para hacernos las medias, cocinaba para todos, lavaba, planchaba, hacía los lácteos, faenaba, hacía las sábanas, la ropa para todos. La verdad era todo artesanal y hecho en casa".

"Cuando éramos chicos, íbamos en sulky al pueblo; los que teníamos sulky añade María los que no, venían como podían. Algunos colonos venían hasta Regina arriba de la rastra, tirada por sus caballos. Los que íbamos caminando a la escuela o a los bailes, íbamos en zapatillas y nos cambiábamos de calzado al llegar al pueblo. Con mis hermanos, de chicos y de muchachos, hacíamos reparto de leche. La verdad es que trabajamos como burros".

"Las mujeres en la chacra hacíamos de todo cuenta Antonia . Desde chicas teníamos una o varias responsabilidades. Después de casadas, criábamos a los hijos y por la noche yo bordaba con una lamparita, con una vela o hacía ropa con la máquina de tejer".

"Pero antes valía la pena el esfuerzo, porque podíamos progresar... Por suerte fuimos a la escuela, veníamos todos juntos caminando por un camino de tierra a la escuela 52, que quedaba a unos kilómetros de la chacra. Era la única escuela de la Colonia".

"De grandes íbamos a las fiestas del pueblo, al cine y a ver partidos de fútbol continúa su relato . Se salía en familia, éramos todos muy unidos. Ibamos al baile en el Club Regina. Cuando terminamos la escuela veníamos en bicicleta a aprender a coser y a bordar. Nos hacíamos la ropa siempre".

Esta Colonia, de origen italiano, también albergó otras nacionalidades. Las hermanas Marco recuerdan a sus vecinos: algunos de origen yugoslavo, otros austríacos, los había españoles y la gran mayoría, colonos italianos. María y Antonia Marco se casaron con dos hermanos, italianos y vecinos de chacra: Juan y Benjamín Liberati.

"Eramos de distintas nacionalidades, pero hicimos como una gran familia. Nos juntábamos todos los vecinos a bailar y a divertirnos. Teníamos un fonógrafo para pasar música, nos divertíamos mucho, generalmente los sábados o los domingos... Después, cuando las familias Liberati y los Marco se fusionaron sigue Antonia pasábamos la Navidad en lo de los Marco y Año Nuevo en lo de los Liberati. Nos separaba apenas una calle". Aún hoy estas familias son vecinas.

"Todos los colonos estábamos más o menos en lo mismo agrega María . Nos asentábamos, seguía el desmonte, luego a sembrar alfalfa y, cuando la tierra estaba mejor, plantábamos viña o tomate. Pero en un momento había mucho tomate y no te lo recibían, o se helaba la viña y te quedabas sin nada".

"Cuando tuvimos la vid, empezamos a hacer ensayos para proteger de las heladas relata Joaquín Liberati, esposo de Antonia, quien recuerda que ponían algunos tarros con gasoil y lo quemaban para aumentar la temperatura ambiente . No podíamos defender con agua porque no siempre coincidía el turno del riego con el frío. Entonces contaba la suerte. Un año cayó una piedra que dejó la viña como en invierno, sin una hoja... Pero bueno, siempre nos arreglamos para seguir adelante".


EL PUEBLO DE VILLA ALBERDI.

Pasaron los años, la alfalfa y los viñedos habían dado lugar a los frutales y los hijos de Benito y Claudia Marco fueron haciendo sus propias familias.

Parte de la Colonia Regina, propiedad de la familia Zorrilla, se subdividió en la década de 1940 y, en este fragmento, se inició un nuevo asentamiento: Colonia Alberdi, cuyo núcleo urbano fue el pequeño poblado de Villa Alberdi.

En esta fecha, la Colonia Regina tenía unos 2.000 habitantes y el pueblo, fundado en 1924 y estrictamente planificado, desbordó sus límites y se generaron asentamientos nuevos y se avanzó sobre el terreno para expandir la zona de chacras.

Cuando María y Antonia se casaron, se mudaron a una chacra en Villa Alberdi. El banco les prestó 100.000 pesos en el año '52, '53 para comprar. María recuerda los primeros años en esta zona: "Fue empezar todo otra vez. Hicimos esa chacra de cero. Costó, ¡cómo costó ver los árboles en ese lugar! Porque llegamos y era todo jarilla y alpataco, así que empezamos con el desmonte de 11 hectáreas. Después nos dedicamos fuerte a la producción de tomates. Le vendíamos a Fiorabanti, a Alberio y otros. Luego tuvimos viña y piletas donde hacíamos vino para vender", relata.

En Villa Alberdi vivían todas familias nuevas, pero cuenta María la gente se trataba poco porque trabajaba todo el día. "Aunque parezca mentira tratamos más ahora que estamos en la ciudad que entonces. Pero la gente, esa gente del tiempo fundacional, era muy solidaria. En esa chacra viví 50 años. Allí tuvimos los hijos y los criamos. No fueron fáciles los primeros tiempos: sin luz, sin gas, sin servicios ni comodidades. Pero también fue hermoso vivir la transformación, llegar cuando aquello era la nada y poco a poco ver llegar el verde y los frutales...".

"No me arrepiento de la vida que hice afirma María . Fuimos fruto del esfuerzo, porque fuimos colonos, venimos de una cultura del trabajo que pudo progresar porque nuestro esfuerzo fue compensado".

Joaquín Liberati recuerda que compraron, desmontaron y lo primero que hicieron fue un horno de ladrillos para poder hacer las viviendas. Hicieron pasto, después tomates hasta que crecieron las plantas, primero viña y después manzanas, peras, duraznos y ciruelas. Comercializaron muchos años en la Cooperativa Agraria. Recuerdan que había varias cooperativas cuando empezaron a vender fruta, entre ellas La Cooperativa Agraria, La Perla y otras. Hoy sólo queda una: La Reginense.

Por su parte, Antonia se casó con Benjamín Liberati. Ellos tienen dos hijos: Rubén y Daniel, cada uno tuvo dos hijos.

María tiene tres hijos: Juan Carlos, Luis Alberto y Roberto Benito, quienes le dieron 5 nietos.

Actualmente son los hijos de Antonia y de María los que manejan las chacras. Y ambas familias, Marco y Liberati, siguen trabajando las tierras plantadas por sus padres y sus abuelos.


Entrevista: SUSANA YAPPERT.

sábado, 6 de mayo de 2017

Otto Toncovich, el primer niño que llegó a Regina.


Otto Toncovich es uno de los primeros pobladores de la Colonia Regina. Llegó con sus padres, Juan y Luisa Toncovich, en la primavera de 1924. Sus primeros recuerdos lo llevan al camino que atravesaba en sulky para llegar desde Huergo a la Colonia, al tiempo de los grandes vientos, a la escuela de niños que hablaban en distintas lenguas, al gigantesco esfuerzo de los desmontes.
Cuenta Otto que llegaron a Huergo porque la Colonia Regina aún no existía. "Llegamos con el ingeniero Felipe Bonoli, quien convenció a papá de venir al Valle".
Juan Toncovich, su padre, era entonces contratista del Estado y había conocido a Bonoli en el Ministerio de Obras Públicas de la Nación. "Mi padre iba siempre al Ministerio a cobrar por distintas obras que hacía y Bonoli le decía que tenía que hacerse colono".
Toncovich hacía 25 años que se había ido de su país. Juan y su esposa nacieron en una aldea cerca de Rieca, ciudad portuaria situada sobre el mar Adriático. En esa región, relata Otto, la gente se dedicaba mayormente a la construcción; eran picapedreros, albañiles y toneleros. "Hay mucha gente de esta zona de Yugoslavia que vino a la Argentina con el oficio de toneleros. Mi padre aprendió el oficio de picapedrero y albañil. Eran tiempos en que no existía el cemento armado y las casas se hacían de piedra. Mi abuelo materno, en cambio, exportaba madera a Italia y mi madre recorría 12 kilómetros todos los días para ir a trabajar la tierra de su familia".
Alrededor de 1900 y apenas pasados los 16 años, Juan se convirtió en inmigrante. Cuando salió de Yugoslavia, ésta pertenecía a los imperios centrales. Su primer destino fue Sudáfrica, llegó allí después de la guerra de los boers. "Mi padre entonces era soltero y vivió con una familia de origen boer con la que trabajó".
No estuvo mucho tiempo en este país y cuando encontró oportunidad se embarcó rumbo a América. Juan tenía un hermano mayor que había estado en Argentina, de él escuchó las primeras referencias de este lugar. Aun así, primero se estableció en Chile. "Era el boom mundial del salitre de Chile -explica Otto- Europa demandaba gran cantidad de fertilizantes para sus campos y Chile era un proveedor de salitre, tanto como Perú, Bolivia y el norte argentino".
Toncovich trabajó un tiempo en Chile de picapedrero y luego se trasladó a Bolivia. "Allí -contaba- fue contratado por una viuda muy rica que le pidió que construyera el panteón de su familia. La obra le tomó tres años".
Desde allí bajó a la Argentina. Antes de la guerra de 1914 volvió a su pueblo a buscar esposa. Conocía a Luisa desde pequeño y con ella se casó. Volvía al imperio austrohúngaro, a la región croata. Ésa sería la última vez que lo vería en pie.
"Era costumbre entonces dejar a la mujer en su tierra y venir a América a hacer dinero para mandar a Europa. Mi papá le mandaba dinero a mamá y ella invertía en propiedades. Hasta lograron levantar un caserón de dos pisos; obviamente tenían la intención de volver a vivir juntos en Yugoslavia". Luisa estuvo lejos de su marido unos años. La sorprendió la guerra en la cual perdió a dos hermanos. El conflicto armado cambió los planes de millones de europeos, entre ellos Luisa, que decidieron migrar a su finalización.
Cuando el matrimonio decidió unirse, Juan vivía en el norte argentino y trabajaba como contratista de empresas del Estado. "Trabajó en las grandes obras de esos tiempos. En la construcción de la defensa del río Pilcomayo, en el Tren de las Nubes, en la obra del dique San Roque, entre otras. Contaba papá que cuando trabajó en el dique San Roque pagaba 50 centavos en la pensión y ganaba 7 pesos el jornal. ¡Un montón! Cuando vino mi madre, papá vivía en Jujuy, por eso yo nací allí".
Otto nació en Perico, Jujuy, en marzo de 1922, y su hermano Hugo nació en Salta, dos años después. En ese tiempo Juan andaba por los pasillos del Ministerio de Obras Públicas en Buenos Aires, en donde se topó con un hombre que cambiaría su vida.
"Papá estaba en Buenos Aires, tenía que cobrar un buen dinero en el Ministerio de Obras Públicas. Fue en esa oportunidad que conoció al ingeniero Bonolli, quien estaba gestionando la colonización de Regina. Bonolli convenció a papá de acompañarlo a emprender la colonización. Llegamos en setiembre de 1924 a Huergo. Vinimos con el ingeniero, le alquilamos una casa a Ledantes en Huergo. Papá venía todos los días en sulky con Bonolli a hacer la administración de la colonia. Claro que antes papá construyó la primera casa donde funcionó la administración. La primera casa de la colonia la hizo papá; ahora funciona allí un museo. Mis primeros recuerdos son de esa casa, del camino que recorríamos desde Huergo a la administración".
"Papá fue el primer niño de la nueva colonia -agrega su hija Susana-, el primer nene que caminó por las calles de Regina".
La colonia -relata Otto- se dibujó desde la actual ruta hacia el río Salado, pero finalmente se construyó a unos kilómetros de allí. Cuando la familia Toncovich llegó se ponía en marcha la denominada "primera zona". En las 100 primeras hectáreas se dividieron lotes de 15, 10, 7 y 1/2 y 5 hectáreas. Cuando se cubrió la primera etapa se siguió con la segunda, que abarcó desde el canal grande hasta el río. En esas primeras parcelas se hicieron las "casitas tipo colón". En las chacras de 15 y 10 hectáreas se hacía una casita con más comodidad: tenía dos dormitorios, cocina, despensa, galería y salita de estar. "Algunos colonos, como mi padre, pedían que les entregaran la tierra sin casa. Él sabía de construcción; se levantó su
casa y empezó el desmonte. Mi padre y un tío materno desmontaron una propiedad de 15 hectáreas. Primero les habían dado una tierra pero, como tenía mucho salitre, la cambiaron por otra que estaba cerca del río. Esa chacra aún la conservo". Allí hubo primero alfalfa, ajos, luego vides y frutales; fue reconvertida muchas veces. Los padres de Otto no hablaban mucho de los primeros tiempo, sobre todo de los años desagradables que pasó la colonia, cuando el sueño se convirtió en un mal negocio y los colonos tuvieron que pelear con los acreedores para no perder su tierras.
En esa lucha -recuerdan- pelearon duro las mujeres. "La mujer europea era muy trabajadora, realmente admirable el sacrificio y la abnegación con que hacían todo. Mi madre era una mujer muy trabajadora; trabajaba con mi padre en el campo y después seguía acá en casa con nosotros".
Pero los primeros tiempos fueron duros, también, por otro motivo. Según cuenta Otto casi ninguno de los colonos que llegaron al lugar tenía experiencia agrícola. Además -agrega- "el asesoramiento era casi nulo. El único que andaba por acá haciendo asesoramiento agrícola era el Chueco Bertúa, que venía con experiencia de haber trabajado en Cinco Saltos. Él recorría las chacras. Repartió los primeros frutales: cerezos, ciruelos, manzanos, perales, vides y nos dio un nogal y dos eucaliptus... La vid, después de la alfalfa que se ponía tras el desmonte, fue la plantación básica, pero nos dieron variedades de bajo rendimiento y calidad. Con otros colonos formamos la cooperativa La Reginense, una de las las cooperativas más viejas y la que aguantó más años".
Otto se ríe, hace un silencio y cuenta algunas anécdotas. "¿Quiere saber qué pasó con la
primera manzana que salió en nuestro monte? -pregunta-. Vino a vernos Bonolli y mi papá lo llevó a verla. Bonolli la arrancó y se la comió solo. A mí no me gustó nada que se la comiera él. Poco después tuvimos otro gesto distinto, cuando salió la primera perita. Mi mamá la dejó madurar y cuando estuvo a punto nos llevó a todos los hijos a cosecharla. Había llevado un cuchillito y nos dio un pedacito de pera a cada hijo".
Un recuerdo tan tierno como el que le trae su madre, atando las primeras peritas con un hilo: "¡Las ataba para que no se las llevara el viento!", cuenta conmovido.
"La primera producción de peras ya importante la llevamos con mi padre en cajones de fideos y de querosén, que eran los únicos cajones que teníamos entonces. La llevamos a FAI (Club Fuerza Amore e Inteletto) en una jardinera. Allí apilaban los cajones contra la pared. Hasta el día de hoy no sé a donde fueron esas peras", se ríe. "La segunda cosecha de pera la hicimos con mi tío a la mañana, las pusimos en cajones cosecheros sobre una chata, hicimos un parate para almorzar y cuando volvimos ¡el sol las había quemado todas! Fíjese: ensayo y error era la cosa. Así empezó la historia de la fruticultura en Villa Regina".
La familia de Otto siguió creciendo; aquí nacieron dos hermanos más: Juana y Bogoslav. Toda la familia colaboró para salir adelante y progresar; los niños fueron a la escuela y, al terminarla, se dedicaron a la fruticultura.
Hubo un período en que Otto se mudó a Tandil para comercializar su fruta. Se estableció allí entre 1948 y 1955. "Cuando empezamos a tener producción, nos dijeron que Tandil y Necochea eran dos buenas plazas para vender la fruta, así que fui a Tandil". Allí conoció a su esposa, Victoriana García, hija de españoles, quienes tenían una de las zapaterías más antiguas de Tandil. Con ella tuvieron tres hijos: Daniel, Olga y Susana, quien le ha dado sus nietas y lo acompaña desde que su esposa murió.
A medida que crecía la producción, los Toncovich se asociaron a la cooperativa frutícola La Perla y luego, ya solo, Otto formó una sociedad con dos productores con los que hizo un aserradero y un galpón de empaque. "Esto fue en 1959. Papá murió en 1956, quedamos con mamá en esa chacra y compramos dos chacras más".
Otto ha sido un lector impenitente, estudioso de su historia y avezado en su oficio de fruticultor, que cree que se le contagió por vivir en este lugar. Tiene ojos celestes, mirada tranquila, una serenidad que pierde cuando habla de la situación actual. "La fruticultura tiene sus épocas -afirma-, pero ocurre que el manejo comercial no se hizo bien. Las organizaciones de productores no entendieron bien y perdieron una gran oportunidad que se presentó con Corpofrut. Copiamos el modelo sudafricano que aún perdura y nosotros no pudimos hacer nada con él. Yo participé en Corpofrut y fui presidente de la Cámara de Productores (fue director y es socio de Jugos SA). Siempre me involucré, pero pese al esfuerzo, fueron más fuertes los intereses. Por eso la cooperativas fracasaron; las dictaduras no las permitieron y los corruptos y los ignorantes tampoco. Lamento que el gobierno provincial no haga nada para ayudar a los pequeños y medianos productores que están desapareciendo. Personalmente creo que el Valle no tiene futuro sin ellos".
Otto está convencido, tal como lo vio con sus propios ojos, de que el esfuerzo de todos puede cambiar el rumbo de las cosas.
Sus padres arribaron a Colonia Regina con el ingeniero Bonoli en setiembre de 1924.
Toncovich levantó la primera casa del lugar, la administración de la CIAC, hoy museo.

Esta familia, de origen yugoslavo, compró una de las primeras fracciones: una chacra de 15 hectáreas.
Entrevista: SUSANA YAPPERT. Publicado en Diario "Río Negro" en Suplemento "El Rural", sábado 9 de febrero de 2008. Cuadro de imágenes: ¡BIEN DE REGINA! de fotos publicadas por el Diario "Río Negro" en la misma nota.