miércoles, 23 de mayo de 2012

LOS BENEDETTI, PIONEROS REGINENSES.

Villa Regina tiene muchas historias que nos unen.
En sus primeros años los inmigrantes de la Colonia llegaban al Km. 1120  (luego sería la localidad de Ing. Luis A. Huergo) y a posteriori se habilita la parada denominada kilómetro 1106 en diciembre de 1926 y se termina de construir en 1928.

Entre los años 1925-1927 muchas de estas familias fueron contactados en Italia por Ferdinando Ferravante, un agente contratado de la C.I.A.C. - Compañía Ítalo Argentina de Colonización con una propaganda que les prometía tierra propia en un asentamiento italiano en la Patagonia para huir del "mostruo grande que pisa fuerte" de la guerra, el látigo del hambre y la pobreza.
Muchos vinieron de distintas regiones italianas como le Marche, la Toscana, Emilia Romagna, Piamonte, Lombardía, Umbría, Calabria, Sicilia (algunas de las procedencias).
Los núcleos inmigratorios  más numerosos llegaron desde el Friuli, Trento y Veneto.

HISTORIAS DE VIDA.
JUAN BENEDETTI, EN REGINA SE HIZO CHACARERO.

Los Benedetti es una familia tradicional en Villa Regina, activa en lo social comunitario.

Los hermanos Benedetti  (Alberto y Romeo) fueron socios fundadores del Círculo Trentino de Villa Regina el 18 de febrero de 1962 (hace 50 AÑOS) con una comisión provisoria; luego se integraría la definitiva siendo su 1er. Presidente, Agripino Stefenon.
Romeo Benedetti fue integrante de la Primera Banda de la Colonia dirigida por el friulano Eduardo Andreussi. Alberto Benedetti fue colaborador de la Escuela 105.
Juan Benedetti integró en Consejo Asesor del comisionado Ing. González Jezzi (1966 haste 1967).

JUAN BENEDETTI.
La siguiente es una nota del diario centenario de la región el "Río Negro" publicada en el 26 de mayo de 2007. Entrevista de Susana Yappert.

“En la Colonia Regina nos hicimos chacareros”.
Juan Benedetti llegó a Regina cuando ésta apenas se insinuaba en los mapas.
Sus padres, arribaron al Valle con ocho hijos y un oficio por aprender.
Ellos y todos sus descendientes trabajaron la tierra con esmero.

Juan Benedetti pertenece al grupo de pioneros de Villa Regina. Llegó a la Colonia en 1928. Tenía 3 años entonces y era el menor de la familia. Recuerda vagamente los primeros años, pero acumula una gran cantidad de anécdotas que le contaban sus padres y sus hermanos mayores. A este tupido anecdotario, Juan suma su rica biografía y la valoración de la historia del Valle que hoy contribuye a escribir con la densidad que le ha dado el paso del tiempo.
Sus padres, Pablo Benedetti y Rosa Huller, llegaron desde de la provincia italiana de Trento. “Mi madre –relata Juan– decía que era austríaca. Su apellido es holandés, pero su familia hacía varias generaciones que estaba en Trento. Ella amaba Austria porque había vivido bajo el dominio de este país. Pero lo cierto es que cuando llegó la Primera Guerra, esa región se convirtió un poco en el centro del conflicto, como el ojo de la tormenta. Mi padre fue al frente y mi madre, que ya estaba casada y tenía un hijo, se fue de refugiada a la zona de la Liguria, que era más segura. Luego, terminada la contienda, tuvieron 7 hijos más. Cuando llegamos a la Argentina, huyendo de la pobreza y de la guerra que se presentía, éramos ocho hermanos: cuatro mujeres y cuatro varones. En Italia se enteraron de que aquí se hacía una colonia casi netamente italiana y que una compañía ayudaba a los colonos a establecerse. Era la Compañía Italo-Argentina de Colonización (CIAC), que hacía propaganda allá para tentar a las familias a colonizar”.
Contaban los padres de Juan que llegaron a la estación de tren recién estrenada en la Colonia Regina y que los alojaron en el Círculo Italiano, en la FAI, donde pernoctaron los primeros días.
“Llegaba gente todos los días –cuenta Juan–; fuimos realmente colonos. Venían muchos italianos del norte, pero eran tantos los dialectos que se hablaban en la Colonia que había italianos que no se entendían entre ellos”.
Juan era muy pequeño cuando llegó, pero guardó las historias de quienes vivieron esos primeros tiempos. “El lugar les causó una profunda impresión, porque en Italia vivíamos en una zona de montaña, tanto que a nuestras gallinas había que ponerle unas bolsitas porque si no sus huevos rodaban por la pendiente. Aquí todo era chato, un desierto; contaba un familiar de mi mujer que al llegar pensó que estaba todo nevado. ¡Era el salitre que había en el lugar!”.
El padre de Juan, Pablo Benedetti, era carpintero, de modo que llegó dispuesto a aprender una nueva actividad, la agricultura. Pese a ello y consciente de su enorme familia, viajó con todas y cada una de sus herramientas para trabajar la madera.
“Casi todos los que llegaron tuvieron que hacerse chacareros. En la Colonia había mucha gente que nunca habían visto un caballo, ni manejado un arado. Fueron duros los primeros tiempos, aunque hoy creo que otros lo pasaron peor, porque nosotros estábamos juntos y, además, teníamos una comunidad muy grande… Aquí todos éramos iguales, el esfuerzo fue colectivo y los sueños compartidos. Casi todos venían de una Europa empobrecida, habían conocido el hambre, venían de una guerra. Y aquí, aquí estaba el futuro. Había tierra, agua y estaba todo por hacerse… Y durante los tiempos fundacionales estuvimos juntos, esto fue lo importante… Ahora no hay más eso. Ahora hay egoísmo”, concluye Juan.

DE LA MADERA A LA TIERRA.
Cuando llegaban, la CIAC les daba la tierra, una casa, las herramientas, caballos, una vaca y 200 pesos de crédito por año. Los Benedetti recibieron 18 hectáreas en el límite de la cuarta zona, donde terminaban las obras de riego. Toda la familia puso manos a la otra. “Emparejamos la chacra, que tenía como 20 niveles, altos y bajos, que formaba el río que estaba cerca. Con un rastrón teníamos que emparejar continuamente. Primero hicimos alfalfa, luego tomate, más tarde vid y finalmente fruticultura. Las plantas las compramos a Pepe Borsani, un hombre buenísimo que fue el primero en tener un camión acá y el primero en tener teléfono, cuyo número era el 1”.
Recuerda que frente a la chacra estaba el ladrillero de la Colonia, el señor Di Piramo, y en un palo del pisadero había un loro que había aprendido el italiano. “Un día mi mamá contó que pasaba por allí y alguien le dijo ‘mannaggia cane’, una palabrota. Era el loro. Cuando supe que estaba, lo fui a ver. Me gustaban los animales. En mi familia, desde chico fui el encargado de hacer los mandados a caballo. Eramos como una nueva generación de indios, todo el día a caballo”.
“Todos trabajábamos, pero quienes merecerían el monumento más grande de esos tiempos fundacionales eran las mujeres. Ellas trabajaron a la par del hombre pero sin descuidar la casa y los hijos. Vi a mujeres manejar el rastrón tirado por tres caballos. La mujer era el puntal, trabaja día y noche. Hasta hacían la ropa, porque la ropa escaseaba y las prendas terminaban siendo parche sobre parche… Recuerdo a otras mujeres valientes, como la partera Bonelli que andaba en un sulky de chacra en chacra atendiendo partos. Así nació nuestra última hermana, la única argentina. También recuerdo a otra mujer de apellido Liberati, que era como la sanadora del pueblo... Habría que hacerle un monumento a la mujer colonizadora”.
Como todos los pioneros, Benedetti no puede dejar de recordar la conducta valiente que tuvieron las mujeres de la Colonia Regina cuando llegaban los rematadores de las chacras que no podían cancelar sus créditos con el banco y la CIAC. Pero sus recuerdos van más allá de la anécdota emotiva y se posan en una región más mansa a la hora de pensar las vivencias de aquellos colonos. Benedetti habla de lo que aquellas escenas significaron entonces y de cómo aquella experiencia adquirió la densidad que sólo le da la historia.
“Como casi todos aquí, crecí odiando a la Compañía Italo-Argentina de Colonización. De alguna manera los teníamos como los culpables de todas las desgracias pero, bueno, la Compañía estaba en Argentina y todo lo que pasaba en la economía también la afectaba. Ahora, a la distancia, puedo valorar las cosas que hicieron bien. Ellos nos dieron la posibilidad de empezar otra vez, de tener una tierra. Algunos llegaban y se querían matar, no les gustaba nada… Creo que si hubiesen podido hubiesen regresado a Italia, pero ya era tarde, no podían volver… Pero, bueno, vino la crisis del ’30 y afectó muchísimo a todos. No creo que la Compañía haya hecho mucha plata con esta colonización, la verdad es que empezaron esta experiencia en una Argentina y la terminaron en otra. Y si lo miramos en perspectiva, fueron ellos los que permitieron que se colonizara esta zona del país”.
Pasó el tiempo y los Benedetti fueron creciendo a la par del pueblo y fueron echando raíces. Aprendieron el oficio de la tierra con esmero. Cada miembro de la familia aportó lo propio. Todos los hijos de Pablo y Rosa se hicieron chacareros. En un momento vivían cinco matrimonios Benedetti con sus hijos en la chacra.
Por la vida de Juan pasa toda la historia del Valle: el tiempo de la alfalfa, el de la vid y el de la fruticultura con todas sus transformaciones. Ensaya una síntesis de esta breve historia regional que encarna en su propia trayectoria. Relata que vendían la alfalfa en fardos, la llevaban al norte cuando había secas. Había años en los que valía y años en los que no. En alguna oportunidad se vieron forzados a quemar los fardos viejos para dar lugar a los nuevos, eso pasaba porque el flete era más caro que el pasto y esperaban a que cotizara mejor.
Luego cultivaron papas y pasaron a los tomates y a la vid. La superproducción de estos productos y sus crisis cíclicas, impulsaron a la familia a hacer la apuesta fuerte y dedicarse, en adelante, a la fruticultura. “Las cosas fueron llevando a los productores a la fruticultura. Muchos de nosotros tuvimos viña y, cuando nos decidimos por la fruticultura, durante años seguimos teniendo simultáneamente vid y frutales porque metíamos las plantas de peras y manzanas intercaladas con la viña. Empezamos con la fruticultura por el año ’40. Nos fue bastante bien. Planificamos y, cuando llegó el tiempo de cosechar, empecé a desarrollar otras actividades, como el empaque y el aserradero”.
Según recuerda Juan, dar el paso hacia la fruticultura no fue fácil. En primer término porque era más complejo que producir vid. “En la zona de Cinco Saltos, por ejemplo, los chacareros estaban más preparados que acá porque tenían la estación experimental. Eso les facilitó las cosas; puede parecer exagerado pero no es así. En el año ’40 había muchos inmigrantes, pero las comunicaciones no eran simples. Por eso, el hecho de estar cerca para pedir asesoramiento fue importante. Nosotros recibíamos el diario ‘La tierra’, de la Federación Agraria Argentina. Fuimos abonados a ese diario desde 1930 a 1940, así aprendíamos un poco.
”Aun así –afirma– Regina fue pionera de muchas cosas nuevas: acá se vieron los primeros riegos por aspersión del Valle. Los tuvo Galletta, que era representante de una firma vinculada a riego. Fue el primero en poner riego en la chacra de los Rotter. Todos íbamos a ver cómo funcionaba. La electrificación, el asfalto rural, fuimos los primeros en tenerlos en el Valle… Hubo un tiempo en que acá se fabricaban tractoelevadores, topadoras y cargadoras frutales y muchas cosas más. ¿Se acuerda de Crybsa? ¿Se acuerda?”, pregunta con nostalgia.
Cuando la familia empezó a tener producción, el transporte y gran parte del empaque lo manejaban los ingleses. “Con ellos me pasa lo mismo que con los de la CIAC. Cuando estaban, nos quejábamos, pero cuando se fueron nos dimos cuenta de que hacían las cosas bien… Después de que se fueron los ingleses, vino el IAPI, que ayudó en la cadena de comercialización. La venta de los ferrocarriles puso en crisis el transporte. Una crisis que sólo se resolvió en la década del ’60 cuando llegaron los camiones y la Ruta 22”.
“En el galpón de empaque – sigue Juan– tuve una máquina tamañadora que compré en La Reginense. En el año ’80 me retiré. Quedé solamente con el aserradero. Tuvimos empaque desde 1956 y hasta hace unos años. Antes de esa fecha la fruta se trabajaba en la chacra. El comprador iba con su cajones, se tamañaba a mano y se embalaba. En las chacras se hacía una enramada y allí se hacían estas labores. Algunos compradores de fruta eran de acá, como Troyano, Petrocelli, Pancani. Al principio cargábamos al lotero. El lotero era el tren especial que levantaba lotes de fruta, de la primera fruta. Nosotros la vendíamos en Zapala, hasta allá la mandábamos. Le comprábamos cajones al aserradero de Petrini y Rosina. En Zapala teníamos un amigo y él nos ayudó a vender allí. Luego vendimos al mercado de Abasto en Buenos Aires. Tratábamos con un comisionista. Tuve suerte porque encontré gente honesta con los que trabajé durante 30 años. Eran dos gallegos: Sánchez y Amat.
”El primer frigorífico de Regina fue Garmenco (de García y Menese). Nosotros, cuando empezamos, le alquilamos a ellos el frío. Luego, con Perón llegó el IAPI, que comercializaba nuestra fruta. Nos pagaban bien.”
En la chacra de los Benedetti, quedó un hijo con su familia y el resto de los hermanos fue comprando sus tierras. Juan se casó con Rina Perazzolli. Se conocieron de pequeños, pues el padre de él y la abuela de ella estaban un poco emparentados. “Mi padre –cuenta Rina–, Lino Perazzolli, vino aquí con 24 años en el año ’24. Era albañil. Vivía en Buenos Aires y vino contratado para hacer las casas colónicas. Y mi madre, María Pacher, ya estaba acá. Se conocieron y convenció a mi padre de radicarse acá. Fue así que él también se convirtió en agricultor. Tuvieron tres hijos y siempre se dedicaron a la fruticultura. Yo heredé parte de esa chacra, que mantuvimos toda la vida”.
La vida de Juan y Rina transcurrió en la chacra; aun así nunca se mantuvieron aislados de la comunidad. Tuvieron dos hijos: Juan Carlos (quien le dio dos nietos: Luca y Julieta), Gladys Mabel y gran cantidad de amigos que les dio la vida.
Juan, quien dice sentirse muy argentino, siempre fue solidario y, en la medida en que pudo, ayudó a su comunidad. “Para mí era es una obligación. Este lugar me dio todo y yo tenía que dar de mí”. Así, fue miembro del círculo trentino, socio del motoclub y el aeroclub local, trabajó en la comisión de asfalto rural, fue impulsor de la Feria del Comahue, entre algunas de las actividades que lo vinculan a una tierra que hizo suya.

ALBERTO BENEDETTI.
Nacido en Marter ( Baja Valsugana) el 7 de abril de 1914.
Llegó a la Colonia en 1928, a los 14 años, con sus padres Pablo Benedetti y Rosa Huller provenientes de la región trentina con siete hermanos.
Alberto Benedetti se casó con Inés Nervo, una trentina de Roncegno de este matrimonio nacieron cinco hijos y 18 nietos. Falleció en 1984.

martes, 15 de mayo de 2012

MIGUEL QUIJANO, GONZÁLEZ JEZZI Y LA ISLA 58.

Hoy a la tardecita me entero de la partida "rumbo al silencio" de Miguel Quijano en el día de ayer 14 de mayo sus restos recibieron sepultura en cementerio local a los 86 años.
Acompaño a su esposa Elena Caballero, sus hijos Alicia y Miguel Ángel y demás familiares. Que en Paz Descance su alma.
Y  venía transcribiendo en los tiempos libres esta iniciativa de llevar todo lo reginense a lo virtual proyecto ambicioso pero no imposible.
Hace unos días venía transcribiendo  y tomando como fuente de información lo publicado en el libro de Carlos Basabe "Calles de Tierra - Personajes e historias contemporaneas de Villa Regina (Río Negro) ARGENTINA" sobre Miguel Quijano y la Isla 58.


Del libro de Carlos Basabe "Calles de Tierra - Personajes e historias contemporaneas de Villa Regina (Río Negro) ARGENTINA"
MIGUEL QUIJANO.


En el año 1952 aproximadamente llegó a Villa Regina con su mujer Elena Caballero.
Contaba Miguel Quijano a Carlos Basabe:
"Poco antes del año 1952 yo vivía con mi padre en Córdoba, cuándo el había viajado a Europa y en ese espacio de tiempo entre Elena que estaba casada y yo nació un atractivo fascinante".
"Mi padre regresó de Europa y se enteró inmediatamente de esa relación que para aquellos años era tabú querer a una persona casada o separada, entonces el lo vio mal, ¡realmente no se porque fue!, quizá alguna alcahuetería barata o algo que yo no me enteré nunca. ¡Lo cierto es que una mañana que yo estaba sentado en su escritorio trabajando entró y me dijo como una sentencia!... ¡no te quiero ver más en casa!
"Me cayó como agua fría pensando en las consecuencias que tendría al irme de casa,..junté cosas y me largué, pasé por la casa de un amigo al que le comenté mi decisión y otro conocido viendo que no estaba demasiado preparado para largarme al mundo me hizo un ofrecimiento solapado de trabajo. ¡Tengo un hotel que justamente se me fue el encargado y ando buscando un reemplazo, creo que vos sos el indicado para ese puesto!... y allí quedé zafando de momento hasta que con la ayuda mis hermanos y amigos me trasladé a Regina junto con Elena, allí recibí algunas amenazas pero conversando entre ambos buscamos arreglar la situación de ella y entre los dos instalar un negocio de almacen y frutería que se llamó "El Hogar" alquilandole a Panelli un local en la esquina de Monseñor Esandi e Ingeniero Bicchi.
Mi cuñado Roberto Caballero alquiló una vivienda cerca de nuestro negocio, la lado de la familia Ceccón".
"Primero fue ese ramo de almacén y luego incorporamos percadería con productos que me mandaba mi hermano desde el lago Pellegrini envueltos en papel y congelado,..¡para promocionarlo lo regalábamos a clientes de la verdulería!, de esa manera comenzamos en Regina nuestra andadura, luego otros negocios hasta que un día se convocó a interesados para ocupar el cargo de Juez de Paz..., ¡en esa época el juez era Gerardo Benito. Primero hubo una selección de interesados y entre dieciocho aspirantes quedamos solo tres!, hasta que me anunciaron que el puesto de Juez era mío!".
"¡Fue toda una sorpresa!...¡tuve miedo!.., imagináte que debía asumir una responsabilidad destinta a lo que yo era!, tenía que dejar el negocio, ocupar un cargo público y no tenía idea como podía afrontarlo!..., el asunto fue que me presenté, me designaron pero esa responsabilidad me hacía daño,.. en ocasiones tenía que firmar el arresto de alguien conocido y llegaba a casa pensando si era justo mi puesto, ¿cómo puedo ser tan malo? (me preguntaba), hasta que me ayudaron a analizar mis decisiones considerándolas como una actuación de conciencia. ¡Si lo que hacía estaba de acuerdo con mi conciencia debía estar bien! Al fin y al cabo mi trabajo era como el de un sacerdote! Así estuve 18 años.

En otra parte rememoraba Miguel Quijano como la Municipalidad de Villa Regina se hizo de la Isla 58 "Perimol Huapi" como se llamaba entonces estando a cargo del municipio el Ing. Eduardo González Jezzi.
Era el año 1964 "La isla 58 apareció por casualidad!..., todos los sábados jugaba al ajedrez en el Club Social Colonia con el Ingeniero González Jezzi, ese sábado le estaba pegando un paliza bárbara y le pregunto, ¿Qué pasa ingeniero que hace una jugada como corresponde?, ¿tiene miedo o se está entregando?, ¡no Miguel me dijo, es que tengo en la cabeza un problema que no me lo puedo sacar de encima... la balsa está haciendo un embanque en la mitad del río y tengo que trasladarla por lo menos unos 200 o 300 metros río arriba o río abajo". 
"Yo en esa oportunidad estaba haciendo un trámite de un señor que había fallecido (creo que se llamaba Guerra) y era el propietario de la Isla, entonces le dije a Jezzi, ¿Por qué n ova a ver la isla de Guerra que no tiene herederos ni nada?. Terminamos de jugar al ajedrez y salimos para el río, pasamos por el frente de una casa que habitaba una señora que criaba y vendía chanchos.  Entramos a la isla a pesar que había un carte que decía "prohíbido el paso", el ingeniero miraba entusiasmado para el otro lado del río y empezó a recorrer toda la isla, volvió y me dijo ¿sabés Miguel?. ¡Esto es lo que necesitaría!, le contesté, hoy es sábado y mañana domingo usted se va a Viedma porque hay montones de interesados que se la quieren quedar!...,¡vaya y busque a Franco González que le va a hacer todos los trámites, (yo sabía que entre ellos no había una muy buena relación). ¡Bueno! Se fue el Ingeniero y tramitó las tierras con la ayuda de Franco González a nombre de la Municipalidad regresando con la aprobación de destinarlo a un balneario público y la construcción de una piscina de unos cien metros de largo para los niños que debía entrar el agua por una parte y salir por otra con renovación constante, pero nunca se pudo llevar a cabo".
Así se consiguió el terreno de la actual Isla 58 Ingeniero González Jezzi.

La Isla 58 posee un predio de casi 57 hectáreas de vegetación que bordean la costa del Río Negro, haciendo del parque el lugar ideal para paseos, caminatas, cabalgatas, pesca, remo, natación y muchas otras actividades que se desarrollan durante todo el año.
ISLA 58 - VILLA REGINA.

Desde el año 1966 le han permitido ofrecer a los reginenses y visitantes de un hermoso lugar que debemos cuidar entre todos.

domingo, 6 de mayo de 2012

HISTORIA DE VILLA REGINA.

Sobre el puente salado Julio de 1928.
Un período donde la Colonia iniciaba la conversión de
tierras vírgenes a tierras productivas.
La actual ciudad de Villa Regina nació al calor de un grupo de colonos italianos liderados por el ingeniero Felipe Bonoli, quien había adquirido 5000 hectáreas en nombre de la Companía Ítalo Argentina de Colonización (CIAC), interviniendo en la operación el Banco Francés Italiano para América del Sud.
El objetivo la colonización y puesta en producción de este nuevo espacio para inmigrantes italianos que había quedado desocupados y desguarnecidos luego de la Primera Guerra Mundial y la crisis social que produjo esta en toda Italia.
A partir de la compra de tierras comenzaron las gestiones y trabajos de división de parcelas, la posterior distribución y finalmente la radicación de inmigrantes que, a diferencia del resto de las colonias, se presentaban como un grupo homogéneo, debido a que eran en su gran mayoría italianos.
A partir de allí se definieron dos tipos de espacios: uno el rural, y otro, que inicia el proceso de urbanización, desolado, con pocas posibilidades de crear y ampliar las redes sociales.
Por eso "el vecino" venía a ocupar un espacio importante, sobre todo en la organización comunitaria. Limpiar los canales colindantes en la zona de chacra, compartir los caminos rurales, la distribución del agua, el uso de las técnicas agrícolas, fueron la clave no sólo para el mejor aprovechamiento de la producción, sinó también para iniciar nuevas relaciones con el otro. "El 7 de noviembre de 1924, el presidente de la Nación, Marcelo T. de Alvear; con el referéndum del ministro de Justicia e Instrucción Pública, Antonio Sagarna suscribió el decreto por el cual se acordó la personería jurídica a la CIAC y se autorizó a operar como sociedad anónima" (R.N. 11/11/1924). Pocos meses después comenzaron a arribar los primeros constructores de viviendas y las primeras familias de inmigrantes orientadas por el cónsul de Italia,  Vicente Tosco.
Los años 1925 y 1926 vieron convertir las tierras vírgenes en un enjambre de hombres, mujeres, niños que, con su esfuerzo físico, labraban las tierras, construían canales de riego y de desagüe, plantaban las primeras vides y levantaban sus viviendas. El progreso fue vertiginoso la Banca Nazionale del Lavoro dio un crédito para la construcción de una sala de primeros auxilios médicos, escuelas, una oficina administrativa, una iglesia, un vivero y una proveduría de alimentos. Es la época en la cual se abrió la estación de trenes Villa Regina de Ferrocarril Sud.
La economía giró en torno de la fruticultura, las industrias de conservas, la metalúrgica y algunas metalmecánica que construían implementos y máquinas agrícolas.
La crisis del 30 afectó financieramente a los colonos por el atraso en los pagos de las hipotecas de las tierras, lo que hizo que muchos abandonaran sus chacras y, algunos de ellos, retornaran a su país de orígen, mientras que otros se quedaron y lucharon por no perder la tierra productiva. En lo que respecta a la vida político-institucional, recién en 1930 la Colonia Villa Regina se transformó en Comisión de Fomento y en 1950 pasó a ser municipio. Hoy, también conocida como "La Perla del Valle", lleva su nombre en honor a la esposa del presidente Alvear doña Regina Pacini.
Así, el nacimiento de los clubes, asociaciones civiles e instituciones ayudaron a conformar los primeros vínculos sociales y políticos de la futura ciudad.
El Círculo Italiano inauguró una nueva sede en esta zona, con el propósito de difundir actividades sociales y deportivas como el tenis, la pelota paleta, la natación y el patinaje. En Villa Regina estas actividades fueron encaradas tempranamente por el Círculo Italiano fundado por la CIAC en 1926. El Club Nacional de Villa Regina (ahora Club Atlético Regina) fue fundado en 1928. En linea podemos destacar la creación en 1922 del Club Sportman Huergo, que en 1949 pasó a denominarse Club Social y Deportivo Huergo.
En esta historia se debe mencionar a la profesora Silvia Zanini quien, desde sus estudios históricos regionales, ha despertado el interés por esta parte del Alto Valle. Ella afirma que en Regina la división ideológica en materia de totalitarismos se hizo notoria, por unl ado entre los que adherian abiertamente a los ideales fascistas y, por otro, un sector de la población que enunciaba su simpatía con ideas de izquierda.
"La percepción del fascismo por los habitantes locales se orientaba hacia la italianidad, el amor a la patria natal y la propaganda ideológica que llegaba a través de la CIAC. Los lazos con Italia fueron fortalecidos a través del accionar de la comisión de formento, la FAI (Forza, Amore e Inteletto) y la "Dopo Scuola". Hacia el 30 se encontraban expresiones nacionalistas que permitieron conformar agrupaciones como lo fue la Juventud Liga de los Derechos del Trabajador, base de los futuros dirigentes y militantes del Partido Justicialista.

Se transcribe lo publicado en "Los 100 años de "Río Negro", páginas 52 y 53.
La imagen gentileza de la Sub-Comisión de Cultura del Círculo Italiano.